La propuesta Reggio Emilia, más allá de ser una propuesta pedagógica es una filosofía de vida. No es necesario que nuestros hijos estén en una escuela que siga ésta metodología para vivir ésta experiencia ya que la podemos poner en práctica desde casa.
Revisaremos cuatro aspectos muy sencillos que podemos poner en práctica. Empezaremos por el que considero más importante, ya que sólo con interiorizar éste, lograremos grandes cambios en la vida de los niños y en la propia.
1. Escuchar al niño:
Aunque este aspecto a veces suena a cliché, en ocasiones por estrés o agotamiento solemos contestar al niño desde nuestra perspectiva de adultos. No existe una receta para aprender a escuchar a los niños; cada madre, padre o mediador puede lograrlo de diferentes maneras de acuerdo a su forma de ser. Se trata de interesarse por lo que dicen, en palabras de Ana María del Rio, de la red Solare, Perú, es “escuchar sus opiniones, intereses, qué es lo que se preguntan, sin que los papas les den la respuesta, escuchar y de esa manera validar lo que ellos están pensando”.
Si nos interesamos realmente por lo que los niños piensan y su forma de vivir la vida a su edad, podemos tratar de descubrir sus creencias a cerca de sus afirmaciones, preguntas, hipótesis, cuestionamientos o teorías acerca de lo que están viviendo. No es solo poner atención a los intereses del niño, sino también descubrir lo que hay detrás de esos intereses, por qué el niño se preguntó aquello o por qué se interesó en determinado tema y su nivel de elaboración de pensamiento frente al mismo.
2. Materiales no estructurados:
Creo que el mercado nos ha vendido muy bien la idea de que lo mejor es tener lo más avanzado tecnológicamente en juguetes, entre más sonidos, botones, palancas y luces tenga un juguete más costoso es y más lo queremos tener en casa o en el jardín. Sin embargo, creo que podemos volver a una vida simple, porque, aunque el mercado nos incite a cambiar nuestros hábitos de consumo, la vida de un niño sigue siendo igual de considerada, por ello en sus primeros años no necesitan materiales y juguetes estructurados que finalmente los aburren rápidamente porque en poco tiempo ya pueden saber todo acerca del juguete y éste no tiene nada nuevo. Por eso es importante que los materiales que pongamos a su disposición no sean los clásicamente educativos, sino materiales interminables, modificables, flexibles en su uso; pongamos a su alcance materiales de la naturaleza, papeles, telas, pigmentos, objetos cotidianos, de acuerdo a los intereses de los niños.
Hace un tiempo recibí una gran invitada a mi casa, la invité a que jugáramos en el estudio, ella dijo que sí, entró, miró alrededor y lo primero que tomó fueron unas piezas de icopor de las que suelen venir con los electrodomésticos. Las piezas se convirtieron de inmediato en una piscina para unos borradores de animalitos, allí, disfrutaron de un hermoso día soleado que se nubló luego por una inmensa bruma (algodón siliconado), los animales quedaron atrapados y tuvieron que llamar a un dinosaurio gigante quién los rescato.
Ésta aventura duró alrededor de dos horas y no fueron necesarios juguetes elaborados, pues a partir de diferentes objetos dispuestos la imaginación de mi invitada se desplegó enormemente y corroboré que esto la invitó a utilizar más su lenguaje, sus procesos de pensamiento se fortalecieron en la medida en que debía a pensar que rumbo iba a tomar la historia, construyó escenarios, les dio diversos usos a los mismos objetos y pudo relacionarse a partir de su historia con otros.
Seguro ustedes han vivido esto en muchas ocasiones con sus hijos y estudiantes, entonces hay mucho por provocar en los niños.
3. Todo está al alcance de los niños.
En Reggio Emilia, el ambiente es el tercer educador. En esta filosofía se apuesta porque los niños intervengan en el espacio, los construyan, lo modifiquen y lo habiten en todo el sentido de la palabra. Por ello más allá de decoraciones bonitas, se busca que el espacio este ordenado, guarde una buena estética y que todos los materiales estén a su alcance.
Es verdad que a veces nos da miedo dejar las cosas donde las puedan tomar fácilmente por temas de seguridad, higiene y orden, pero esto no debe impedir que ellos puedan tener libre acceso a los objetos para disfrutar plenamente de ellos, si se dialoga sobre su uso adecuado ellos seguro lo comprenderán.
4. Pasar de recordar a revisitar.
Muchas veces cuando nos piden recordar algo, aparecen los recuerdos como fotografías. En este sentido muchas veces cuando le pedimos al niño que recuerde algo que hicimos en el día, o por ejemplo un viaje a la granja, le pedimos que nos cuente qué hicimos hoy. El niño contesta que vio un marrano, vio un tractor andando y vio un lago; en ese momento le decimos al niño, ¡muy bien! Asumimos la memoria como esa fotografía y la tratamos como una pintura en un lugar y tiempo determinado, sin embargo, si preguntamos y obtenemos la misma respuesta del niño, pero como adultos le decimos “recuerdo que dijiste que el conductor del tractor lo hizo girar deteniendo una de las ruedas grandes, recuerda que estabas pensando y trata de averiguar que quisiste decir”, invitamos al niño a revisitar su viaje a la granja. Así, el niño va más allá de hacer una lista de los lugares donde estuvo y la memoria en este caso se vuelve una puerta de entrada a un mundo de posibles eventos.
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